domingo, 15 de junio de 2025

la metamorfosis de las niñas polilla (3)

Te contaba sobre las hebras de seda que cubrieron mi alma cuando conocí el dolor. En ellas dispuse un refugio que comenzó a alimentar mi soledad. Capullito azul, conjuré hechizos a la luna dentro de él. Quizá eso me jugó chueco. Nunca he sido buena con las direcciones.

Después de tanta podredumbre confié mi dulzura a un corazoncito que fingía ser de cristal. Qué tonta. Qué inocente. La noche y su aroma a jazmín me insisten en que equivocarse es amar. Y yo sé que amé tanto, tanto, tanto que hubiese sido capaz de convertir cada granito de arena en polvo por él.

Dejé que descansara en laureles. Dejé que la brisa hurtara las fibras de mi escudo. Cedí mi cuerpo de ópalo a sus ojos de animal astuto.

El tiempo es sabio. Modifica a su antojo el lecho fluvial que estime conveniente. Perdoné y seguí bebiendo de las mieles prometidas.

El instinto no falla. Un torniquete puede detener la sangre, pero no cura la herida ni quita el veneno.

La caída fue brutal. Sin querer imaginé nuestro lago de mármol desde el primer suspiro que dimos juntos. Pusiste montañas de sal en mis heridas abiertas. El ardor hizo desbordar mis horrores y grité noches enteras y días completos.

Ahora, de los pedacitos construyo mi nueva defensa. Gusanito de seda que quiere ser mariposa y solo le alcanza para polilla.

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