La encontré afuera, en la calle. Desorientada, chiquitita, guagua, muy guagüita. La envolví en mis brazos y se convirtió en el centro de mi minúsculo universo. Le regalé cada espacio de mi alma, le cedí mi corazón y prometí cuidarla hasta que mi ser (huesos músculos carne nervios) no diera más. Su diminuta existencia transmutó en lucecitas la pena de mis días.
Mi pequeño destello, te veo acurrucada, dormida, en paz. Tus patitas de algodón esconden tus ojos esmeralda y estremeces mi corazón con cada uno de tus blandos suspiros.
Kitty, porque ella te nombró así y lo aceptaste sin reclamos. Un maullido bastó para cautivar a la casa entera. De pronto, sin avisos ni tiempo para prepararse, de cinco pasamos a ser cuatro. Cuidaste de nosotros y tu calor nos protegió en los días más fríos de ese año.
Mi eterna compañera, no recuerdo la vida antes de ti.
Dulcecita mía, mi pollito, mi cuncuna.
Mi gatita calicó, te ruego, te suplico: por favor, no te vayas sin antes enseñarme qué hacer sin ti.
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