Tomé una, dos, tres, cuatro, cinco veces la misma decisión y como siempre sin quererlo, sin desearlo, sin ansiarlo, sin oírlo siquiera doblé mis oportunidades (otra vez!) para depositarlas en el bolsillo del destino y entregar mi alma, mi vida, mi voluntad, mi todo a tu (TU) merced. Cuando pienso en mi corazón lo recuerdo pulcro, brillante, inocente, bello muy bello. Pienso en él y lo extraño, lo extraño, lo extraño. ‘Nada terminó’ me dice el inconsciente hundiendo el dedo venenoso en la llaga cada vez más profunda, viscosa, negra negra negra . Recojo mis cosas del suelo, las tiré por todo el lugar pensando en que se irían lejos. El camino se cierra en montañas de cachureos (trinkets!) que esconden mitunuestra esencia, esa que fue y que es y que existe y que está y que quema me quema mequema y duele, duele, duele y no deja que se forme cicatriz alguna. Lo buscaste, lo anhelabas, lo pensabas histérica (que fea palabra!) y lo tienes, lo tuviste, se te escapa de los dedos, lo recoges, lo besas, lo abrazas, lo escupes, lo guardas en donde estuvo tu corazón y rezas para que no se vaya, para que no te abandone, para que haga de tu cuerpo su hogar y te ocupe entera. Gritas, golpeas todo a tu alrededor, aguantas los destellos, las punzadas, el ataque inminente. Te consume su indiferencia, despides con cólera su imagen y arrancas tus uñas de un solo mordisco. Estás cansada, eres agotamiento puro, tus piernas brazos manos no responden. Tu voz no es voz y se mezcla entre millones billones trillones de sonidos y melodías que conoces y que suenan al mismo tiempo destrozando paredes, puertas, ventanas, lugares de tu alma que estaban escondidos, ocultos, esperando por él por él por él (ÉL).
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