Si nunca hubiese corrido esas mil cuadras para humillarme y suplicar perdones imaginarios. Si nunca hubiese cedido a la excitación inherente de la adolescencia que obliga a tomar decisiones cuestionables. Si nunca hubiese cruzado la reja negra, si nunca hubiese puesto un pie en las tablas sucias y crujientes que me llevaron hacía ti. Si nunca hubieses enterrado mi corazón entre lavanda, sal y tabaco robado. Si nunca hubieses tomado mis manos frías. Si nunca te hubiese mirado a los ojos. Si nunca hubiese pasado nada de eso, ¿quién sería ahora? Quizá mi corazón seguiría siendo mío y las estrellas tendrían un solo significado.
Hay días en los que ni siquiera puedo llorar. Hay días en los que me imagino tomando una pausa de ser yo. O de sentir como siento.
Ya ni siquiera puedo escribir sin dañar. Soy un intento de ser humano cubierto de espinas que absorbí sin quererlo. Busco y no encuentro. Envío señales que nunca sabré si son recibidas. Me mantengo ingenua sin mirar a ningún lado en particular. Pienso como si hablara. Fuerte, muy fuerte y más claro que nunca. Me muerdo la lengua hasta sangrar.
Me sumerjo en un azul tan oscuro deseando con todas mis fuerzas convertirme en cielo. Por un momento soy egoísta y me permito olvidar el amor que queda. Pregunto al vacío cuál es la idea de existir y soportar cuando se puede ser libre en cualquier momento.
Luego recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario